prologo
En una pequeña casa de la región Metropolitana
vivía Pedro junto a su tío, quien lo adoptó tras la muerte de sus padres. Pero
el ya no estaba, la única persona que el muchacho quería había desaparecido
hace ya más de un mes.
Pedro lo
buscó por días, entre la lluvia y el frío de aquel tormentoso invierno que
acababa de irse, pero lo único que halló
fue su bicicleta, junto a la cual lloró desconsoladamente sin que nadie se
percatara.
Apenas podía
dormir por la noche, y sus fuerzas se agotaban fácilmente. Esperaba frente a la
ventana todo el día, tal vez su único familiar estaba vivo, y un día
atravesaría la puerta y secaría sus lágrimas. Pero no ocurría y toda esa pena
que sentía se transformaba cada vez más en enojo e ira.
La esperanza
se había perdido por completo en el
joven cuando por fin encontró un
trabajo, fue despedido después de unos días. Casi mata a otro de los
empleados, solo porque le pregunto su nombre.
A Pedro ya
no le importaba comer, hoy apenas si bebió agua mientras miraba el televisor, e
intentaba fingir que su tío tampoco le importaba, aunque todos los días miraba
al menos una vez por la ventana aun con un poco de fe de verlo volver.
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